Cuando el abismo nos devuelve la mirada: Ilusión, reflejo y trascendencia a través de un Pez abisal

Cuando el abismo nos devuelve la mirada. Explora cómo la necesidad humana de trascendencia se refleja en la interpretación simbólica de fenómenos externos, como el reciente caso del pez angler. Basado en Jung, Hillman y Giegerich, el ensayo muestra que la proyección no es una distorsión de la realidad, sino una manifestación profunda del alma humana

ENSAYOS

Manuel Martínez

2/17/20255 min read

Hace poco, un pez abisal emergió de la profundidad del océano, y con él, la imaginación colectiva se agitó. Un Melanocetus johnsonii, habitante de lo insondable, flotó hasta la superficie, donde fue grabado y convertido en símbolo. Su imagen recorrió redes sociales y titulares, transformándose, en cuestión de horas, en una metáfora de superación, de lucha contra la oscuridad, de trascendencia. Algunos lo llamaron el “pez que buscaba la luz”, y su ascenso se interpretó como un acto de desafío contra su propia naturaleza. Sin embargo, en el fondo del debate subyace una pregunta más relevante que la literalidad del fenómeno: ¿por qué necesitamos ver trascendencia en un pez?

Este evento no es una simple muestra de la capacidad humana para dotar de significado a lo que observa. Es, en esencia, un reflejo de un anhelo fundamental del ser humano: el deseo de ir más allá, de proyectar en el mundo exterior aquello que sentimos dentro. La necesidad de trascendencia no es un accidente cultural, sino una constante en la historia de la psique humana. James Hillman, Wolfgang Giegerich, Carl Jung y Sigmund Freud, entre otros, han explorado este fenómeno desde distintas perspectivas. Lo que vemos en el pez no es solo un capricho narrativo, sino la expresión de un proceso interno que nos define.

El reflejo de la trascendencia: proyección y significado

La proyección psicológica, como mecanismo psíquico, ha sido ampliamente estudiada. Freud la describió como la atribución de pensamientos, deseos o conflictos internos a factores externos. Sin embargo, la proyección no es solo una defensa contra lo inaceptable; también es una manera de relacionarnos con el mundo. Jung, en su análisis del inconsciente colectivo, afirmó que proyectamos en el exterior los arquetipos que configuran nuestra psique, generando mitos, símbolos y narrativas que nos permiten comprendernos a nosotros mismos.

En este sentido, la imagen del pez emergiendo de la oscuridad no es solo una anécdota viral. Es la manifestación de un arquetipo profundo: el del héroe que atraviesa la sombra para alcanzar la luz. Este motivo ha existido en todas las culturas, desde las epopeyas de Gilgamesh y Orfeo hasta los ritos de iniciación de diversas tradiciones. La idea de que algo o alguien debe sumergirse en la oscuridad antes de emerger transformado es una estructura fundamental de la psique humana.

Wolfgang Giegerich critica la tendencia a reducir la psicología a metáforas vacías y enfatiza la necesidad de entender los símbolos como procesos psíquicos vivos. No basta con señalar la proyección como un “error”; la clave es entender qué nos dice sobre nosotros mismos. La fascinación con el pez abisal que emerge a la superficie es, en realidad, un reflejo de nuestra propia lucha interna. No proyectamos trascendencia en el pez porque estemos equivocados, sino porque la trascendencia es una parte esencial de lo que somos.

La trascendencia como necesidad humana

James Hillman, en su exploración de la psicología arquetipal, sugiere que la necesidad de trascendencia no debe ser vista como una simple ilusión, sino como un impulso genuino de la psique. La mente humana no solo busca comprender el mundo, sino también ubicarse en relación con algo mayor. Este deseo de conexión con lo trascendente se manifiesta en el arte, la religión, la filosofía y la psicoterapia.

En todas las culturas, la trascendencia ha sido un eje central de la experiencia humana. Desde las pinturas rupestres que evocaban la comunicación con el más allá hasta las religiones monoteístas que estructuran la vida en función de una realidad trascendental, la psique humana ha encontrado formas de expresar este impulso. No se trata de una construcción arbitraria, sino de una necesidad inherente.

El pez abisal, convertido en símbolo, es un recordatorio de esta estructura psíquica. En él proyectamos nuestra propia lucha por ascender, por superar nuestras limitaciones, por encontrar significado en medio del caos. Esta proyección no es una distorsión de la realidad, sino una forma legítima de darle sentido. No estamos equivocados al ver un reflejo en el pez; estamos respondiendo a un llamado interno que ha existido desde el inicio de la humanidad.

La individuación y el viaje interior

Jung propuso que la trascendencia no ocurre fuera de nosotros, sino dentro, en el proceso de individuación. Para Jung, el verdadero viaje no es el escape de la oscuridad, sino la integración de la sombra. La transformación no ocurre porque subamos a la superficie, sino porque descendemos a nuestro propio inconsciente, enfrentamos lo que tememos y emergemos con una comprensión más profunda de nosotros mismos.

Desde esta perspectiva, el pez no es un héroe ni un mártir, pero tampoco es un simple animal cuyo ascenso deba ser desechado como un error cognitivo. Es un reflejo. No de la realidad objetiva, sino de nuestra realidad psíquica. Es el espejo en el que vemos nuestra propia necesidad de trascendencia.

Giegerich argumenta que la psicología debe evitar caer en la literalidad de los símbolos y, en cambio, debe entenderlos como manifestaciones de la estructura lógica del alma. En este sentido, el pez que emerge de las profundidades no debe ser interpretado ni como una casualidad biológica ni como una metáfora ingenua. Más bien, nos muestra cómo la psique humana, en su deseo de significación, convierte todo en símbolo. Pero estos símbolos no son ilusiones vacías, sino expresiones de verdades psíquicas profundas.

Conclusión: La Trascendencia como Reflejo de la Profundidad Humana

La trascendencia más que una ilusión que nos aleja de la realidad, es un reflejo de la profundidad de la psicología humana. Es un proceso interno que se manifiesta en el mundo como una proyección, no porque sea falso, sino porque forma parte de la estructura misma de nuestra psique.

El pez abisal que emergió de la oscuridad y se convirtió en símbolo no es un caso aislado. Es la expresión de un patrón que se repite en mitos, sueños y experiencias humanas. No es la biología del pez lo que importa, sino lo que su imagen despierta en nosotros. Y lo que despierta es la eterna pregunta: ¿qué hay más allá?

La respuesta no está en el pez. Está en nosotros. En nuestra propia búsqueda, en nuestro propio viaje interior, en nuestra capacidad de mirar el reflejo y entender que, al final, la trascendencia no se encuentra afuera, sino en la manera en que nos relacionamos con nuestra propia profundidad.

Fuentes

  • Freud, S. (1911). Psycho-Analytic Notes on an Autobiographical Account of a Case of Paranoia (Dementia Paranoides).

  • Hillman, J. (1975). Re-imaginar la psicología.

  • Jung, C. G. (1951). Aion: Estudios sobre el simbolismo del sí-mismo.

  • Giegerich, W. (2005). The Soul’s Logical Life: Towards a Rigorous Notion of Psychology.